¿Cómo tener un corazón sano?

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El ritmo agitado de vida, el estrés, los malos hábitos alimenticios y el sedentarismo pueden causar serios estragos en la salud. Uno de los órganos que más sufre con estos problemas es el corazón. Las enfermedades cardiovasculares (ECV) afectan a este órgano y a los vasos sanguíneos, y son la mayor causa de decesos en el planeta, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta organización estima que cada año 18 millones de personas mueren por ECV; 7.4 millones de ellos, a causa de un infarto. La cifra toma mayor dramatismo si consideramos que el 80% de estos fallecimientos pudo evitarse con un estilo de vida saludable y un control médico adecuado.

Los pacientes que ya han sufrido un infarto cardiaco, ictus isquémico o angina de pecho, así como aquellos que se han sometido a procedimientos de revascularización, tienen altas probabilidades de desarrollar otro evento cardiovascular en algún momento de sus vidas. Según la Sociedad Europea de Cardiología, una de cada cinco personas que sobrevive a un ataque al corazón tiene un segundo episodio en el primer año.

Para decirlo con claridad: quien sobrevive a una ECV debe implementar medidas de prevención en su vida diaria, como abandonar rutinas poco saludables o tomar ácido acetilsalicílico —también conocido como Aspirina—, siguiendo las recomendaciones de un médico. Este medicamento puede ayudar a prevenir ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares isquémicos recurrentes, dos amenazas que pueden dejar secuelas en el organismo o, en el peor de los casos, causar la muerte.

Para el doctor Paul Romero Estrada, especialista en medicina física y rehabilitación del Ministerio de Salud, los ejercicios aeróbicos son indispensables para tener un corazón sano y alcanzar una óptima rehabilitación cardiaca. Entre ellos se incluye las caminatas, la natación, el running y, por supuesto, las clases de aeróbicos. Dependiendo de la gravedad del evento cardiaco sufrido, también puede incluirse el ciclismo.

Estas actividades permiten regular la presión alta, disminuir la formación de placas de grasa en venas y arterias, y controlar otros factores de riesgo para evitar futuras complicaciones. Eso sí, es importante que, antes de iniciar los ejercicios, consultes a tu médico cuál es la regularidad e intensidad adecuada para ti.

Tan importante como el abordaje farmacológico y la actividad deportiva es el apoyo emocional para el paciente, a fin de evitar cuadros de depresión y ansiedad. Dejar atrás el difícil momento que se experimentó y adoptar un estilo de vida saludable es fundamental para una óptima recuperación y una vida plena y feliz.

LA PREVENCIÓN, UNA NECESIDAD

Independientemente de si se ha sufrido con anterioridad algún malestar cardíaco o ECV, los hombres y mujeres mayores de 40 años deben realizarse un chequeo cardiológico anual, a fin de identificar de manera oportuna cualquier riesgo.

Si la persona presenta factores de riesgo —como antecedentes familiares de muerte por patologías cardíacas antes de los 55 años, hipertensión, diabetes, tabaquismo, colesterol elevado u obesidad— este control debe realizarse a partir de los 30 años. “Puede ser la diferencia entre la vida y la muerte”, advierte el doctor Rubén Azañero Reyna, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Nacional Dos de Mayo.

El chequeo cardiológico es sencillo. Consiste en un electrocardiograma, una radiografía de tórax y un análisis de sangre completo. Según los resultados, el especialista evaluará si es necesario efectuar pruebas adicionales. La mayoría de las veces, con estos exámenes es suficiente para sugerir un tratamiento adecuado al paciente y recomendar hábitos saludables.

Múltiples estudios demuestran que un estilo de vida saludable es la mejor arma para la prevención de múltiples patologías. El doctor Carlos Fernández, asesor médico de Bayer, señala que la salud cardiovascular debe cultivarse desde los primeros años de vida, mediante hábitos como tener una alimentación balanceada, practicar ejercicio regularmente, consumir poca sal, manejar el estrés y evitar al máximo la comida chatarra, las grasas saturada, los azúcares refinados, el tabaco y el alcohol, que son contraproducentes para el corazón y el cerebro.

A diferencia de lo que mucha gente piensa, jugar fútbol una vez a la semana o permitirse comer abundantemente los sábados y los domingos son costumbres que pueden resultar peligrosas. Estas actividades generan un sobreesfuerzo al corazón y, si la persona es hipertensa, obesa o presenta niveles elevados de azúcar, pueden desencadenar un evento cardíaco. Los deportes deben formar parte de la rutina diaria y se debe comer siempre con mesura.

“Hacer ejercicios cinco veces a la semana durante 30 minutos continuos, seguir una dieta equilibrada y caminar relajado y a buen ritmo son prácticas beneficiosas para el organismo”, refiere Azañero Reyna, tras recalcar la importancia del manejo adecuado del estrés, sobre todo si ya se ha sufrido un infarto.

En esta línea, el libro “Salud Cardiovascular”, del Hospital Clínico San Carlos (España) sostiene que la tensión crónica es considerada el gatillo de múltiples ECV en individuos susceptibles a infartos y anginas de pecho. Cuando la persona está sometida a un estado de estrés permanente obliga al corazón a trabajar más intensamente. Las arterias coronarias, que nutren al músculo cardíaco, necesitan mayor energía. Además, la sangre se espesa y las venas se vuelven menos elásticas y acumulan sustancias nocivas en sus paredes. Esto hace que la sangre circule con mayor dificultad. A la vez, los mecanismos naturales que destruyen los trombos (coágulos que se forman en los vasos sanguíneos), pierden efectividad y el sistema cardiovascular se hace vulnerable.

Por ello, “Salud Cardiovascular” recomienda combatir el estrés con ejercicios de relajación, respiración, meditación, taichí y pilates, o mediante un tratamiento de psicoterapia. De esta forma, se mejora la presión arterial y la circulación, y se fortalece el sistema inmunológico